Leo controla muy bien sus emociones, porque no le gusta hacer escenitas y quedar mal. Este signo tan orgulloso prefiere mostrar rigidez, frialdad e indiferencia a sus adversarios, quienes no le pasarán por encima.
La cosa es que, aunque no diga una sola palabra, los demás se percatan de su enfado. La tensión se palpa en el ambiente.
Lo malo es cuando habla. Como le tiren de la lengua, su ataque verbal irá directo a la yugular del oponente, sin importarle el daño que haga.